Ciudad de México.
La reforma para reducir la jornada laboral en México de 48 a 40 horas semanales dio su banderazo de salida en los denominados «Foros Nacionales para la Implementación Laboral». Un ejercicio que, a ojos del sector empresarial, parece más una puesta en escena que un verdadero proceso de consulta. Y es que los empresarios han hablado claro: esta reforma no está diseñada para la productividad, sino para ganar simpatías políticas.
En el primero de seis foros, realizado en el Museo de la Ciudad de México, participaron sindicatos, académicos, trabajadores y cámaras empresariales. Todos coincidieron en un punto: la reducción de la jornada sí es deseable, pero no de la forma ni en el plazo en que se propone.
📉 Una reforma desequilibrada, que golpea al que genera empleo
Las cifras hablan por sí solas: el 64% de los empresarios consultados por Canacintra considera inviable esta reforma, y más del 71% advierte un aumento considerable en sus costos operativos. ¿La consecuencia más temida? Un salto de la informalidad del 55% actual al 65% nacional, según estimaciones de Canaco-CDMX.
“Reducir la jornada puede ser un avance… si se hace bien. Pero si se impone sin planeación, solo se conseguirá agravar una economía ya debilitada”, sentenció Esperanza Ortega, presidenta nacional de Canacintra.
A los empresarios se les carga la mano en todos los frentes: aranceles aún vigentes al acero y aluminio, cierre a las exportaciones ganaderas, baja inversión extranjera y migración sin control. Y ahora esto. ¿Dónde está el respaldo del gobierno al sector que genera 8 de cada 10 empleos formales?
⏳ Una «implementación gradual» que suena a presión electoral
La propuesta oficial, anunciada por la Secretaría del Trabajo, plantea una reducción progresiva de la jornada laboral hacia 2030. Pero voces como las de Tereso Medina (CTM) y Napoleón Gómez Urrutia (SNTMMSRM) pidieron una ruta más corta: dos años como máximo. Aplauden el espíritu de la reforma, pero exigen flexibilidad por sector y acompañamiento técnico.
⚠️ Más preguntas que respuestas
En este primer foro, la incertidumbre fue la gran protagonista. Ni los costos por sector, ni los incentivos para MiPyMEs, ni el impacto macroeconómico fueron aclarados por el gobierno federal. Se ignora, otra vez, la voz de los que invierten, arriesgan y generan valor.
En voz baja, la comparación con la reforma al Poder Judicial es inevitable. Aquel proceso también tuvo sus foros, sus expertos y sus “espacios de diálogo”… y terminó en una imposición que socavó la separación de poderes. Hoy, la historia parece repetirse, esta vez con los empresarios como protagonistas de una escena que ya tiene guión y final escrito.
🤔 ¿Queremos votos o desarrollo?
La iniciativa, impulsada desde Palacio Nacional y arropada por la narrativa de justicia social de la presidenta Claudia Sheinbaum, presenta la reducción de la jornada como un acto de “progreso”. Pero sin planeación, sin incentivos y sin gradualidad real, esta medida podría terminar asfixiando a miles de empresas ya al límite.
En un entorno donde:
- La inversión extranjera directa cayó 12% en el primer trimestre del año.
- Se mantienen los aranceles de 50% al acero y aluminio.
- El cierre a las exportaciones ganaderas aún no se soluciona.
- La reunión Sheinbaum–Trump, clave para destrabar varios conflictos bilaterales, fue cancelada.
¿Puede México realmente permitirse este tipo de reformas sin medir consecuencias?
🧩 Reforma por ideología
La voluntad política debe ir de la mano del análisis técnico. Reformar por ideología o por popularidad, sin considerar la realidad del país, no es justicia social: es irresponsabilidad institucional.
Reducir la jornada laboral sí, pero con diálogo real, incentivos claros y visión de largo plazo. México no puede legislar con slogans. Lo que está en juego es el sustento de millones de familias… y la competitividad de un país entero.