Un gigante con pies de barro: Pemex y el lastre de sus pérdidas históricas

La refinería Dos Bocas y la compra de la refinería Deer Park, lejos de convertirse en salvavidas para Pemex, han sido un lastre adicional.

Ciudad de México.

El cierre de 2024 ha dejado claro que Petróleos Mexicanos (Pemex) atraviesa una de las peores crisis en su historia. Pérdidas trimestrales históricas, una deuda asfixiante y un rezago en los pagos a proveedores configuran un panorama sombrío para la empresa estatal que alguna vez fue el orgullo energético de México. La situación no solo refleja un pésimo manejo financiero y operativo durante los últimos seis años, sino que pone en entredicho la viabilidad misma de continuar inyectando recursos públicos a una compañía que parece no tener rumbo claro.

La carga económica: pérdidas y deudas insostenibles

El informe correspondiente al tercer trimestre de 2024 confirmó una pérdida neta de 161 mil millones de pesos, atribuida a una depreciación del peso frente al dólar, así como al deterioro de activos clave. Además, la deuda total de Pemex con sus proveedores alcanzó 402,900 millones de pesos, el nivel más alto en 13 años. En un entorno donde los proveedores y contratistas comienzan a protestar por falta de pagos, la crisis interna de la paraestatal amenaza con desbordarse hacia el resto de la economía mexicana.

El hecho de que el Gobierno Federal haya asumido el rol de rescatista, con un apoyo constante para cubrir los vencimientos de deuda, alimenta una pregunta incómoda pero necesaria: ¿hasta cuándo puede seguir el Estado absorbiendo las pérdidas de Pemex? Cada peso invertido en la empresa, sin una estrategia clara de retorno, es un recurso que se le resta a salud, educación e infraestructura.

Dos Bocas y Deer Park: Promesas incumplidas

Los proyectos insignia de los últimos años, como la refinería Dos Bocas y la compra de la refinería Deer Park, lejos de convertirse en salvavidas para Pemex, han sido un lastre adicional. Ambos fueron promovidos como soluciones para incrementar la producción y reducir la dependencia energética, pero los resultados están lejos de las expectativas. La producción de hidrocarburos líquidos apenas alcanzó los 1.764 miles de barriles diarios, un volumen que, aunque se presume como un logro, resulta insuficiente para justificar las inversiones multimillonarias realizadas.

El descontento empresarial y el impacto en la economía

A nivel nacional, el descontento de los proveedores y contratistas se ha convertido en un foco de tensión creciente. Protestas, bloqueos y la preparación de un frente común por parte de organismos empresariales subrayan la gravedad del problema. Si Pemex sigue siendo incapaz de cumplir con sus compromisos financieros, las consecuencias podrían escalar, afectando no solo la estabilidad de la empresa, sino también la confianza de inversionistas en México como un destino atractivo.

¿Una estrategia que beneficia a Trump?

La crisis de Pemex no ocurre en un vacío. La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos el próximo 20 de enero añade una capa de complejidad. Trump, quien ya ha señalado a México como una fuente de problemas para su país, podría utilizar esta debilidad estructural para imponer sus condiciones en la renegociación del T-MEC. Las amenazas de aumentar aranceles, etiquetar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas y, en última instancia, intervenir económica o militarmente, son piezas de un tablero donde México se encuentra en una posición desventajosa.

La falta de un plan energético claro y una política de gobierno corporativo eficiente en Pemex no solo mina la confianza interna, sino que proyecta una imagen de improvisación y debilidad al exterior. Esto refuerza la percepción de que México es incapaz de manejar sus propios recursos estratégicos, un argumento que Trump no dudará en utilizar como moneda de cambio.

Negación no es estrategia

En esta coyuntura, es alarmante que el gobierno mexicano haya adoptado una postura negacionista ante la gravedad de la situación. Negar los problemas de Pemex, al igual que descalificar reportajes críticos como el del New York Times sobre el narcotráfico, solo contribuye a erosionar la confianza tanto de los ciudadanos como de los mercados internacionales. La cooperación bilateral, la transparencia y una reestructuración profunda son caminos más viables para recuperar la estabilidad y el crecimiento.

Un futuro incierto

Si el gobierno persiste en su estrategia de «meter dinero bueno al malo», México corre el riesgo de convertir a Pemex en un barril sin fondo, incapaz de sostenerse por sí mismo. La empresa requiere no solo de capital fresco, sino de una reingeniería total que la haga rentable, sostenible y atractiva para los inversionistas.

En un entorno global cada vez más competitivo, mantener a Pemex en su estado actual no es solo un error estratégico; es una carga que México no puede permitirse. La solución no está en parches temporales ni en discursos triunfalistas, sino en decisiones audaces que privilegien el futuro económico del país. Porque, como dice el adagio, «los números no mienten», y hoy, los números de Pemex gritan por un cambio.