Trump impone su lógica: “si quieres acceso a EE.UU., debes pagar el precio”

México pierde terreno en la agenda estratégica de Washington.

Nueva York

La política exterior y doméstica de Donald Trump se mueve bajo un principio que cada vez se vuelve más evidente: “si quieres entrar a Estados Unidos, debes pagar el precio”. Esa es la línea que guía tanto sus decisiones económicas como su política migratoria, educativa y diplomática. Esta semana, múltiples hechos convergieron para demostrar que la relación entre Estados Unidos y sus aliados, particularmente México, se vuelve cada día más unilateral, vertical y con una clara ausencia de reciprocidad.

Harvard bajo ataque: expulsión de estudiantes extranjeros

En una medida sin precedentes, el Gobierno de Donald Trump prohibió a la Universidad de Harvard matricular estudiantes extranjeros, alegando “ambientes inseguros” y “conductas antisemitas” dentro del campus. La decisión, comunicada por el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), implica que todos los estudiantes internacionales deberán transferirse o perder su estatus legal.

La medida no solo amenaza a una de las universidades más prestigiosas del mundo, sino que desmantela décadas de liderazgo estadounidense en atracción de talento global, un pilar fundamental en su desarrollo económico y tecnológico. Harvard y otras universidades —como Yale y Princeton— advirtieron que la medida erosiona el poder académico e investigativo de EE.UU., además de proyectar una imagen de cerrazón al mundo.

Más aún, la cancelación del programa no es aislada: está acompañada de una congelación de fondos federales por 2,200 millones de dólares y la exigencia de entregar material gráfico de protestas estudiantiles, en lo que varios líderes académicos han calificado como una “persecución ideológica”. La comunidad internacional observa con inquietud esta escalada autoritaria contra la libertad académica y el flujo de conocimiento.

México, fuera de la conversación

Mientras Trump impone su visión en casa, las relaciones bilaterales con México se tornan cada vez más opacas y asimétricas. Un ejemplo claro fue revelado por la propia presidenta Claudia Sheinbaum: México no fue informado por Washington sobre la deportación de un ciudadano mexicano —acusado de homicidio— a Sudán del Sur, un país con el que México no tiene ningún acuerdo de repatriación.

Más allá del error burocrático, el hecho demuestra una fractura profunda en la comunicación entre ambos gobiernos. “No fuimos informados”, admitió Sheinbaum. Esto contradice las narrativas diplomáticas que intentan pintar una relación armónica y de cooperación mutua. La realidad es que decisiones unilaterales como esta exhiben una política exterior estadounidense desconectada de los mecanismos de consulta con sus vecinos.

Viajes que no logran nada

A la par, una comitiva de legisladores mexicanos visitó Washington con la intención de frenar el impuesto del 5% a las remesas enviado por Trump al Congreso, una medida que afectará directamente a más de 12 millones de mexicanos en EE.UU. El resultado: el dictamen fue aprobado sin cambios. El viaje, por tanto, parece haber sido poco más que un gesto diplomático sin impacto real.

Trump, quien trata el tema migratorio como un asunto de seguridad nacional, ha dejado claro que ni siquiera los aliados más cercanos están exentos de sacrificios si quieren acceso al mercado estadounidense. El nuevo impuesto, junto con el reciente recorte de beneficios sociales, representa un giro en la política fiscal que golpea directamente a las poblaciones migrantes, en especial a México, el país que más remesas recibe de EE.UU.

Europa, Rusia y la geopolítica de la presión

Mientras tanto, en el frente europeo, Trump confesó en privado a líderes de la Unión Europea que “Putin no quiere la paz”, aunque matizó que, “eventualmente”, buscaría un acuerdo. Según reportó The Wall Street Journal, la conversación fue contradictoria y dejó a los líderes europeos con la sensación de que Trump no ve el fin del conflicto en Ucrania como prioridad inmediata.

El enfoque es claro: Trump entiende los conflictos internacionales como fichas de negociación. Lo mismo aplica a sus aliados. Con Europa duda, con México impone, y con Rusia se acomoda. La paz no es un fin en sí mismo, sino una moneda de cambio.

Torre de Babel diplomática

En este contexto, urge una reunión entre Trump y Sheinbaum. Pero no cualquier encuentro. Lo que se necesita es un nuevo entendimiento sobre migración, comercio, remesas y seguridad, lejos del modelo actual en el que Trump marca la pauta y los demás obedecen. El problema, sin embargo, es que la presidenta mexicana podría estar evitando la escena de confrontación, como ocurrió cuando Trump increpó públicamente a los presidentes de Ucrania y Sudáfrica en la sala oval.

El silencio o la omisión ya no son opciones viables. México necesita certidumbre, y Trump —con su estilo combativo y unilátero— no ofrece terreno neutro. La ventana de negociación se estrecha y cada día que pasa sin acuerdos reales, México pierde terreno en la agenda estratégica de Washington.

Entrar al mercado estadounidense tiene un precio

La lección es clara y cruda: Estados Unidos, bajo la lógica de Trump, ha dejado de ser una tierra de oportunidades abiertas y se ha transformado en una fortaleza con peaje. Ya sea para estudiantes internacionales, migrantes, empresarios o gobiernos aliados, el acceso al mercado estadounidense exige sumisión, tributo o concesión.

El liderazgo regional que alguna vez compartieron México y EE.UU. hoy pende de un hilo, tensado por una política que impone y castiga más de lo que dialoga y construye.

La geopolítica de Trump ya no es solo de confrontación con los adversarios, sino también de presión sin tregua a sus socios. Y esa, para México, es la mayor amenaza.