Reforma tras reforma: ¿es este el camino para rescatar al sector energético?

Reformar lo reformado no ha funcionado hasta ahora.

Ciudad de México.

La historia energética de México parece un ciclo interminable de reformas, contra-reformas y reestructuraciones que, lejos de resolver el problema de fondo, lo perpetúan. La más reciente jugada del gobierno de Claudia Sheinbaum, firmando un conjunto de leyes secundarias que revierten la reforma energética de 2013, busca nuevamente fortalecer a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Petróleos Mexicanos (Pemex) como pilares del sector. Pero la pregunta es inevitable: ¿cuántas veces más habrá que reestructurar el modelo energético antes de obtener resultados tangibles?

Pemex: ¿un pozo sin fondo?

Uno de los argumentos centrales de esta reforma es garantizar la soberanía energética y recuperar el papel estratégico del Estado en la generación y distribución de energía. Sin embargo, la realidad es que Pemex sigue siendo el mayor lastre financiero del país. La empresa, que alguna vez fue símbolo de la riqueza petrolera nacional, hoy representa una carga multimillonaria para las finanzas públicas.

El gobierno insiste en que con esta reforma, Pemex podrá operar con mayor eficiencia y transparencia, pero los números cuentan otra historia. A pesar de contar con ocho refinerías, la gasolina en México sigue siendo cara y su precio continúa al alza. Si con toda la infraestructura existente no se ha logrado reducir el costo de los combustibles, ¿qué garantiza que esta nueva reforma logrará resultados distintos?

CFE: ¿la electricidad será realmente más barata?

En el caso de la CFE, el Plan de Inversiones hasta 2030 proyecta más de 23 mil millones de dólares para mejorar la generación, transmisión y distribución de electricidad. La promesa es clara: garantizar un servicio confiable y asequible. Pero aquí surge otra interrogante: ¿qué tan viable es que, con una empresa pública dominando el sector, los precios realmente bajen y la eficiencia mejore?

La reforma de 2013 permitió una mayor participación del sector privado en la generación de energía, lo que contribuyó a la diversificación del mercado. Ahora, al fortalecer nuevamente el monopolio estatal, ¿se corre el riesgo de volver a prácticas ineficientes y poco competitivas?

¿Continuidad con sentido común o terquedad ideológica?

La presidenta Sheinbaum ha planteado que su política energética es de “continuidad con sentido común”. No obstante, el sentido común dicta que si una estrategia ha sido probada múltiples veces sin éxito, es momento de explorar otras opciones. México ha reformado su sector energético en repetidas ocasiones, pero la electricidad sigue sin ser accesible para todos, los combustibles continúan siendo costosos y Pemex sigue absorbiendo recursos sin generar los rendimientos esperados.

La cuestión central no es si el Estado debe o no controlar el sector energético, sino si esta estrategia es la adecuada para garantizar la seguridad energética y el desarrollo económico del país. Reformar lo reformado no ha funcionado hasta ahora. ¿Por qué debería ser diferente esta vez?