Ciudad de México.
Han pasado casi cuatro meses desde que la presidenta Claudia Sheinbaum presentó con gran entusiasmo el Plan México, una estrategia que prometía transformar el modelo económico nacional, fortalecer el mercado interno y convertir a México en una potencia industrial autosuficiente. Sin embargo, a estas alturas, el programa sigue siendo más discurso que acción, y acumula más obstáculos que avances.
Esta semana, la mandataria anunció con bombo y platillo —vía redes sociales— la firma de un “acuerdo voluntario” con tiendas de autoservicio y departamentales para impulsar la venta de productos “Hecho en México”. Según explicó, esta es una de las acciones del Plan México para promover el consumo nacional.
Pero en realidad, se trata de un compromiso simbólico, sin mecanismos obligatorios ni metas cuantificables, firmado en privado, sin siquiera detallar qué empresas están involucradas. La Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD), a través de su presidente Diego Cossío, reiteró su respaldo, pero también dejó claro que se trata de una intención, no de una política pública con dientes. “Es un acuerdo voluntario”, dijo.
Las metas existen, la ejecución no
Cuando se presentó el Plan México el pasado 13 de enero, se enumeraron 13 objetivos ambiciosos, desde escalar al top 10 de economías globales hasta reducir trámites de inversión, aumentar el contenido nacional en compras públicas, y financiar al 30% de las PYMES del país. Cuatro meses después, no se han establecido mecanismos claros de ejecución, evaluación ni seguimiento.
Lo que sí se ha acumulado es una larga lista de contratiempos que parecen neutralizar cualquier intención de reactivación económica:
- El cierre de la frontera a la exportación de ganado mexicano por parte de Estados Unidos debido al brote del gusano barrenador, con pérdidas estimadas de 25 millones de dólares diarios.
- La cancelación de visas a gobernadores de Morena y sus familiares por presuntos vínculos con actividades ilícitas.
- La polémica “Ley Censura” que atenta contra la libertad de expresión en medios y plataformas digitales.
- La persistencia del huachicol fiscal y un sistema tributario que aún castiga más al que cumple que al que evade.
- La entrega voluntaria o forzada de miembros del crimen organizado a EE.UU.
Y en medio de este entorno complejo, el Plan México sigue en modo borrador, sin calendario ni claridad. Lo que se ha firmado son convenios no vinculantes, campañas de buena voluntad o simples declaraciones de intenciones que, en los hechos, no transforman la realidad del país.
¿Dónde están los cimientos?
Para un proyecto que presume una cartera de inversión estimada en 277 mil millones de dólares, resulta preocupante que a la fecha no se haya instalado una sola base firme, una zona económica, una reforma estructural o una política que materialice esos números. Tampoco se ha transparentado el origen de ese portafolio de inversión, ni los sectores prioritarios ni los plazos.
Mientras tanto, la presidenta repite que «México no es piñata», pero parece más sorprendida que informada, cuando las crisis estallan —como la del ganado— o cuando las tensiones con EE.UU. escalan. Ante cada nueva dificultad, la respuesta es la misma: “no teníamos conocimiento”.
Un acuerdo más que suena bonito, pero no cambia nada
Firmar convenios para promover productos nacionales es una medida positiva en apariencia, pero sin objetivos específicos, incentivos reales o consecuencias ante su incumplimiento, se queda en el terreno de la narrativa. Los empresarios lo saben, los consumidores también.
En resumen, el Plan México no ha despegado. Su hoja de ruta parece perdida entre conferencias, tuits y reuniones cerradas. Y mientras tanto, las PYMES siguen sin acceso a financiamiento, las exportaciones sufren bloqueos, y la inversión privada avanza con cautela.
Desde la trinchera empresarial, la expectativa es alta, pero la paciencia tiene límites. México no puede permitirse otro sexenio de buenos deseos sin resultados concretos.
La intención del Plan México es válida, pero el país necesita más que voluntarismos: necesita liderazgo, ejecución, certidumbre y verdadera estrategia económica. Hasta ahora, lo que hay es una promesa sin cimientos. Y el tiempo corre.