México no es piñata… pero Trump no perdona: Sheinbaum endurece discurso ante EE.UU.

La presidenta eleva el tono nacionalista en la plaza pública mientras enfrenta presiones diplomáticas privadas.

Ciudad de México

Durante su reciente gira por Yucatán y Campeche, la presidenta Claudia Sheinbaum endureció el discurso ante Estados Unidos, afirmando con fuerza que «México no es piñata de nadie» y exigiendo respeto al país en el contexto de las elecciones estatales que se aproximan en el vecino del norte.

Desde los escenarios públicos, Sheinbaum criticó tanto las previsiones pesimistas del Fondo Monetario Internacional (FMI) —que anticipan una contracción de -0.3 % del PIB para este año y un endeudamiento superior al 60 % del PIB— como el uso electoral que algunos políticos estadounidenses hacen del tema migratorio y comercial en su país.

«Que se dediquen a hablar de su país, que bastantes problemas tienen. Que no utilicen a México para hacer campaña», sentenció la mandataria.

La presidenta también recordó que en conversaciones telefónicas con el presidente Donald Trump, ha reiterado que México no se subordina y que la nación tiene valores éticos y familiares superiores que deben ser reconocidos. Sin embargo, la disonancia entre el tono de plaza pública y el tono diplomático es evidente, y deja abiertos serios cuestionamientos: ¿dónde quedó la «cabeza fría» que tanto presumía esta administración en su política exterior?

Entre el nacionalismo electoral y la realidad económica

El endurecimiento retórico puede rendir frutos políticos internos en un México que históricamente ha mostrado sensibilidad ante los discursos de soberanía. Pero en términos económicos, el riesgo es considerable:

  • Aranceles de 25 % siguen aplicándose a productos mexicanos como acero y aluminio.
  • Amenazas de cierre de los mercados estadounidenses para productos agrícolas, como los tomates, aguacates y ahora, el ganado.
  • Presiones diplomáticas abiertas, como la reciente carta de la secretaria de Agricultura de EE.UU., Brooke Rollins, exigiendo a México resolver de inmediato el problema del gusano barrenador, bajo amenaza de cerrar los puertos de entrada a ganado mexicano a partir del 30 de abril.

Frente a esto, el secretario mexicano de Agricultura, Julio Berdegué, respondió en tono nacionalista: «Colaboramos, pero nunca nos subordinamos». Sin embargo, la amenaza es real y concreta: un cierre de exportaciones ganaderas afectaría gravemente a los productores del norte de México, impactando directamente en el comercio agropecuario binacional.

Lecciones de la guerra comercial: Trump no olvida ni perdona

El cambio de tono de Sheinbaum ocurre en un contexto global donde Donald Trump ya ha endurecido su política comercial, elevando aranceles a China hasta un 145 % y descartando una nueva tregua arancelaria. Pensar que México quedará exento de estas prácticas sería ingenuo.

La experiencia con China muestra que Trump actúa rápido y sin concesiones cuando percibe una falta de cooperación. Y México, aún bajo el amparo del T-MEC, podría enfrentar represalias que pondrían en jaque sectores clave de su economía exportadora.

¿Doble discurso o estrategia calculada?

Una lectura política sugiere que en la plaza pública, Sheinbaum mantiene un tono duro, antiintervencionista y nacionalista, diseñado para fortalecer su base interna en un momento de tensiones y posibles pérdidas económicas. Sin embargo, en privado, sus llamados a la negociación y su disposición a aceptar ciertos términos —como los operativos conjuntos en migración y seguridad— reflejan una estrategia pragmática que intenta contener los daños colaterales.

No obstante, el riesgo es claro: elevar el discurso público sin respaldo en la acción diplomática efectiva puede provocar represalias serias en materia económica, comercial y financiera. Un error en el cálculo, y México podría verse envuelto en una crisis comercial similar, o incluso peor, que la vivida durante los primeros años de la administración Trump.

Al cierre:

México debe mantener la dignidad, pero también actuar con inteligencia estratégica. Subir el tono era, quizás, inevitable; mantenerlo sin consecuencias negativas, será el verdadero desafío. La diplomacia requiere temple, no sólo discursos vibrantes. Veremos cómo evoluciona esta tensa relación que marcará la economía y la política nacional en los próximos meses.