México entre dos gigantes: ¿Un equilibrio sostenible?

La planta de GML, una empresa conjunta entre la familia Massri y el Grupo Financiero Inbursa de Carlos Slim.

Ciudad de México.
Con el crecimiento de Giant Motors Latinoamérica (GML) en Ciudad Sahagún, Hidalgo, México refuerza su posición como un socio comercial estratégico para Estados Unidos y, simultáneamente, un destino atractivo para inversiones chinas. Pero este juego de equilibrios, aunque prometedor, enfrenta presiones crecientes desde Washington y Ottawa, que ven con recelo la presencia china en sectores clave como el automotriz.

En entrevista para Bloomberg, Elías Massri, presidente del directorio y director ejecutivo de GML, se mostró optimista ante las tensiones comerciales y geopolíticas. “No nos preocupan las amenazas arancelarias de Donald Trump”, declaró, subrayando que la planta de GML se dedica exclusivamente al mercado nacional. Sin exportar unidades, la firma parece navegar en aguas menos turbulentas, al menos por ahora.

China en el corazón industrial de México

La planta de GML, una empresa conjunta entre la familia Massri y el Grupo Financiero Inbursa de Carlos Slim, ensambla vehículos de la marca china Anhui Jianghuai Automobile Group (JAC). Tras su expansión en noviembre de 2023, la planta no solo aumentó su capacidad de producción anual a 80.000 unidades, sino que también agregó líneas de ensamblaje para vehículos eléctricos y camiones pesados. Con una inversión de $1,062 millones de pesos y la generación de 1,360 empleos directos e indirectos, esta infraestructura se perfila como una de las más modernas del país.

La apuesta por los vehículos eléctricos no es accidental. Representa un avance hacia la sustentabilidad y fortalece la competitividad de México en un mercado global que cada vez favorece más las tecnologías limpias. Sin embargo, esta expansión también refuerza el interés chino en consolidar su presencia en México, lo que inevitablemente provoca tensiones con los socios del T-MEC.

Presiones de Estados Unidos: ¿Un socio incómodo?

Desde que Donald Trump amenazó con aranceles del 25% a productos mexicanos y canadienses, y del 10% a productos chinos, la integración de intereses entre México y China ha sido un tema delicado. Estados Unidos, que sigue siendo el principal socio comercial de México, observa con atención cómo su vecino del sur se convierte en un punto estratégico para la inversión asiática.

Para GML, el modelo de negocio local parece ser un escudo frente a posibles represalias. Sin exportar vehículos, se limita a satisfacer la demanda interna, una estrategia que mitiga el impacto de posibles barreras comerciales. Pero esta estrategia no garantiza inmunidad frente a las presiones políticas.

¿Un equilibrio sostenible?

México parece estar jugando a dos bandas: mantiene una relación estratégica con Estados Unidos bajo el paraguas del T-MEC, mientras abre la puerta a inversiones chinas en sectores clave. Este equilibrio, aunque riesgoso, tiene el potencial de convertir al país en un punto de convergencia entre las dos economías más grandes del mundo.

El reto será mantener una postura neutral y asegurarse de que estas relaciones no se convertirán en un punto de fricción mayor con sus socios norteamericanos. La pregunta central es: ¿Puede México salir bien librado de este delicado equilibrio?

Por ahora, Giant Motors Latinoamérica avanza como un ejemplo del potencial mexicano para integrar tecnologías y capital chino sin comprometer su relación con Estados Unidos. Pero la tensión está latente, y el desenlace dependerá tanto de la diplomacia mexicana como de las decisiones estratégicas de empresas como GML.

La apuesta de México por “jugar a dos bandas” podría ser una maniobra maestra o un riesgo que comprometa su posición como socio confiable. El tiempo y las presiones externas dictarán el veredicto final