Ciudad de México.
La economía mexicana está entrando en una zona crítica. La gobernadora del Banco de México, Victoria Rodríguez Ceja, compareció este jueves ante el Senado y, pese a su tono moderado, confirmó lo que ya diversos analistas y sectores productivos han venido advirtiendo: México se está desacelerando, y de forma sostenida.
Según la minuta más reciente de la Junta de Gobierno del Banco de México, publicada esta semana, la actividad económica mostró una contracción durante el cuarto trimestre de 2024, algo que ya pone a la economía nacional en un terreno de alto riesgo. Aunque oficialmente no se ha declarado recesión, los datos no mienten: los indicadores clave están en rojo, el consumo interno se debilita y la inversión productiva se frena.
Un entorno global adverso y presiones internas
Uno de los factores que más ha afectado la dinámica económica reciente ha sido la política arancelaria del presidente estadounidense Donald Trump, cuyas medidas unilaterales han impactado gravemente al comercio global. La guerra comercial con China ha desatado efectos en cadena y México no ha sido la excepción.
Aunque nuestro país ha quedado temporalmente fuera de algunos aranceles, existen tres que ya están vigentes: al acero y aluminio, a la industria automotriz, y a las exportaciones fuera del T-MEC. La amenaza de que nuevos gravámenes se apliquen a México, como represalia por el presunto incumplimiento del Tratado de Aguas de 1944, genera más incertidumbre y temor en los mercados.
La inestabilidad institucional también pesa
Pero el problema no es solo externo. La economía nacional también sufre por factores domésticos, especialmente por la incertidumbre sobre la futura elección de ministros del Poder Judicial, un tema que ha encendido las alertas entre empresarios e inversionistas que temen una mayor concentración de poder y una menor independencia institucional. Esto frena decisiones de inversión y afecta la percepción de riesgo-país.
En su comparecencia, Rodríguez Ceja defendió que “México cuenta con fundamentos macrofinancieros sólidos y bajos niveles de deuda soberana”, pero en la práctica, los empresarios se enfrentan a una economía debilitada, con un mercado interno golpeado, inflación aún persistente en ciertos sectores y una creciente percepción de riesgo político y comercial.
¿Y las empresas?
Los sectores productivos ya lo sienten. Las pequeñas y medianas empresas enfrentan dificultades para acceder a financiamiento barato, mientras que los grandes corporativos han pospuesto planes de expansión ante la incertidumbre fiscal, legal y comercial. Los empresarios coinciden en que los aranceles, la falta de incentivos y las señales encontradas del gobierno federal están generando un entorno hostil para el crecimiento económico.
Además, la generación de empleo formal ha sido la más baja en los últimos años, y los datos de inversión extranjera directa han comenzado a mostrar una tendencia a la baja, sobre todo en el norte del país, donde el nearshoring, que se perfilaba como salvación, parece estar perdiendo fuerza frente a los efectos colaterales de la guerra arancelaria.
Al Cierre
México no está aislado del contexto global, pero tampoco está haciendo lo suficiente para blindarse. Con una economía que ya muestra señales claras de debilitamiento, una política comercial de EE.UU. cada vez más agresiva y un entorno político incierto, el país se aproxima peligrosamente a una recesión.
Los empresarios, que son quienes arriesgan capital, innovan y generan empleo, necesitan certidumbre, reglas claras y condiciones para crecer. Hoy, lo que encuentran es volatilidad, tensión internacional y señales confusas desde el propio gobierno.
El tiempo para reaccionar se agota. La desaceleración ya está aquí. La pregunta ahora es si el gobierno federal será capaz de tomar medidas oportunas para evitar un daño mayor a la economía de todos los mexicanos