Ciudad de México.
El regreso de las políticas proteccionistas de Donald Trump se ha materializado con la firma de una orden ejecutiva que impone aranceles del 25% a las importaciones provenientes de México y Canadá, y del 10% a las de China. Este nuevo episodio en la guerra comercial del presidente estadounidense representa un golpe directo a la economía mexicana, fuertemente dependiente de su relación con el vecino del norte.
Un golpe a la columna vertebral del comercio mexicano
Para México, las exportaciones a Estados Unidos no son un tema menor: en 2023, representaron cerca del 30% del PIB, y más del 78% de las exportaciones totales del país tienen como destino ese mercado. Este nivel de integración económica hace que cualquier medida restrictiva por parte de Washington tenga efectos inmediatos y profundos en la economía nacional.
La imposición de aranceles encarece automáticamente los productos mexicanos en el mercado estadounidense, reduciendo su competitividad frente a productores locales o de otros países con tratados comerciales más favorables. Sectores clave como el automotriz, manufacturero, agroindustrial y tecnológico podrían ver una disminución en la demanda, lo que impactaría directamente en la generación de empleos y el crecimiento económico.
Reacción de México: ¿es viable un ‘Plan B’?
La presidenta Claudia Sheinbaum ha rechazado tajantemente los argumentos de la Casa Blanca, que vinculan al gobierno mexicano con el crimen organizado y justifican los aranceles bajo el pretexto de la seguridad nacional. Como respuesta, Sheinbaum anunció la implementación de medidas arancelarias y no arancelarias para defender los intereses de México, lo que supone una eventual represalia comercial.
Sin embargo, la pregunta clave es: ¿tiene México suficiente margen de maniobra para responder de manera efectiva? Imponer aranceles a productos estadounidenses podría parecer una medida lógica, pero el peso del comercio bilateral es tan desproporcionado que cualquier represalia de México sería simbólica en comparación con el impacto que tienen las restricciones impuestas por Washington.
Impacto en las empresas y en la inversión extranjera
El sector empresarial ya observa con preocupación el panorama. La imposición de aranceles genera incertidumbre en los inversionistas, quienes podrían reconsiderar sus estrategias en México ante el riesgo de mayores costos comerciales. La relocalización de empresas bajo la estrategia del nearshoring, que había favorecido a México como un destino atractivo para la manufactura global, podría frenarse o desviarse a otros países con menos riesgos comerciales.
Las empresas con fuerte presencia exportadora tendrán que enfrentar incrementos en costos o absorber parte del impacto para seguir siendo competitivas. Esto afectará los márgenes de ganancia y podría traducirse en ajustes operativos, despidos o reducción de inversiones en expansión.
¿El inicio de una guerra comercial prolongada?
Aún es incierto si este es solo el primer paso en una escalada de medidas proteccionistas por parte de Trump o si se trata de una estrategia negociadora para presionar a México a tomar acciones más contundentes en temas de seguridad y migración. Lo que es claro es que el golpe económico es inmediato, y la respuesta del gobierno mexicano deberá ser estratégica para evitar una crisis comercial prolongada.
México enfrenta un reto monumental: proteger su economía sin agravar aún más las tensiones con su principal socio comercial. La pregunta es si el ‘Plan B’ de Sheinbaum será suficiente para contener los daños o si el país está entrando en una nueva fase de vulnerabilidad económica ante las políticas de la Casa Blanca.