Washington / Pekín
La guerra comercial entre Estados Unidos y China ha escalado nuevamente, y todo apunta a que este enfrentamiento ya no es solo una pugna económica: según algunos analistas, podría terminar en una confrontación bélica si no se frena pronto la espiral de tensiones. Mientras tanto, los mercados, las cadenas de suministro globales y las economías emergentes, incluida la de México, enfrentan un escenario de creciente volatilidad.
En la última jugada de este ajedrez arancelario, China anunció el aumento de los gravámenes a productos estadounidenses del 84% al 125%, en respuesta a las recientes tasas impuestas por la administración Trump, que ya habían elevado los aranceles sobre bienes chinos a un nivel total del 145%. El Comité de Aranceles Aduaneros del Consejo de Estado chino condenó la medida, acusando a EE.UU. de “violar gravemente las normas del comercio internacional”.
La respuesta de Estados Unidos no se hizo esperar. La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, afirmó que Trump se mantiene “optimista” respecto a un eventual acuerdo con China, pero reiteró el mensaje que ha venido impulsando en días recientes: “Traigan sus mejores ofertas o habrá consecuencias”. Entre esas consecuencias, los aranceles continúan siendo el principal instrumento.
Subibajas que no dan respiro
En un vaivén de decisiones, Estados Unidos anunció la exención temporal de aranceles a productos como smartphones, pantallas planas, chips y otros dispositivos electrónicos, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP). Sin embargo, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, aclaró horas después que esta exención será breve, ya que “todos esos productos estarán incluidos pronto en los aranceles sobre semiconductores”.
El propio presidente Trump confirmó este domingo que la categoría tecnológica será objeto de nuevos gravámenes, con un enfoque en que estos productos “se fabriquen en EE.UU.”, por razones de seguridad nacional. El mensaje es claro: Estados Unidos no cederá, y China no parece dispuesto a retroceder.
Desde Pekín, el Ministerio de Comercio chino calificó esta exención como “un pequeño paso”, pero reiteró que la única solución aceptable es la cancelación total de los aranceles, que considera ilegítimos y contrarios al espíritu de cooperación comercial global.
Una economía global atrapada en la batalla
La guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo ya está dejando secuelas en todo el planeta. Las bolsas internacionales operan con extrema cautela, el comercio global se ralentiza y sectores clave como la tecnología, el transporte y la manufactura comienzan a resentir la ruptura de cadenas de suministro.
De fondo, la presión recae sobre países con alta dependencia del comercio exterior —como México—, que ya enfrentan sus propios desafíos económicos internos y una tormenta arancelaria que podría replicarse si Trump decide aplicar nuevos gravámenes contra nuestro país, como ha insinuado recientemente.
Trump, con salud de hierro y ánimo para la pelea
En medio de este conflicto, Donald Trump ha recibido luz verde de su equipo médico para continuar al frente de una de las guerras comerciales más agresivas en la historia reciente. El doctor de la Casa Blanca, Sean Barbarella, informó que el presidente “se mantiene en excelente estado de salud”, con funciones físicas, cardiacas y neurológicas completamente normales.
A sus 78 años, Trump se prepara para dar la batalla política y económica “con energía renovada”, como destacó su portavoz. “Hay Trump para rato”, dicen en los pasillos de Washington, y todo indica que la ofensiva comercial continuará su curso.
¿Una guerra económica con destino militar?
Voces expertas, tanto en Washington como en Europa, ya advierten que una guerra comercial prolongada entre EE.UU. y China podría escalar hacia una confrontación más seria. La presencia de disputas tecnológicas, sanciones financieras, presiones geopolíticas en Taiwán, y ahora, la agresiva narrativa de ambos gobiernos, apuntan a un deterioro sin precedentes de la relación bilateral.
De momento, el mundo observa con creciente preocupación. Los efectos de esta guerra ya se sienten en las decisiones empresariales, en la inflación de productos electrónicos, en la inversión internacional y en la estabilidad de los mercados.
Una cosa es segura: esta guerra no se libra en campos de batalla tradicionales, pero sus impactos ya son profundamente globales. Y, a juzgar por el ánimo del presidente estadounidense, el enfrentamiento apenas comienza.
Con información de la agencia EFE.