Ciudad de México.
En medio de un panorama económico turbulento, marcado por la guerra comercial desatada por Donald Trump, la incertidumbre arancelaria, la crisis de seguridad y la reciente aprobación de la Ley de Seguridad Nacional de EE.UU. para combatir el crimen organizado en México, el Congreso mexicano está a punto de aprobar una de las reformas laborales más relevantes de los últimos tiempos: la reducción de la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales sin reducción de sueldo.
Impacto en la operación empresarial
Desde hace meses, algunas empresas transnacionales ya han comenzado a implementar estos cambios en sus contratos colectivos, como Panasonic y Tridonex, que redujeron su jornada de 48 a 42 horas con miras a 40 en 2026. La empresa 3M en San Luis Potosí, por su parte, eliminó turnos extendidos, garantizando dos días de descanso a la semana, priorizando fines de semana.
El gran reto para las empresas será mantener la productividad sin disparar los costos, un tema que preocupa especialmente a sectores industriales y de servicios 24/7, como la industria maquiladora, petrolera y de telecomunicaciones, que requieren operaciones continuas.
¿Reforma laboral sin tomar en cuenta a los empresarios?
El sector empresarial no ha sido escuchado en la discusión de esta reforma. Como ocurrió con la reforma de Infonavit, el gobierno parece querer pasar esta iniciativa «sin ruido», sin abrir un debate real sobre su impacto en la competitividad y la capacidad de las empresas para absorber costos adicionales.
Expertos han señalado que esta reforma obliga a las empresas a reestructurar turnos, contratar más personal o pagar más horas extras, lo que podría traducirse en una carga adicional en tiempos de inestabilidad económica. No olvidemos que desde el año pasado las empresas han tenido que ajustar sus planes laborales para no incurrir en supuestos de la Ley para Prevenir y Erradicar la Trata de Personas, lo que limita la flexibilidad en el uso de horas extras.
José Sesma, especialista laboral de Sales Boyoli, advirtió que la reducción de la jornada es inminente, por lo que los empleadores deben comenzar a prepararse. Sin embargo, advirtió que no basta con reducir horas de trabajo, sino que se deben impulsar medidas que fomenten la productividad y la competitividad.
¿Es el momento adecuado para esta reforma?
El contexto no es favorable. La economía mexicana enfrenta:
- Incertidumbre arancelaria: Trump ha dejado claro que no reducirá aranceles y amenaza con nuevas tarifas a exportaciones clave.
- Inseguridad: La creciente actividad de organizaciones criminales en el país y eventos como el caso Teuchitlán, han colocado a México en la mira de intervenciones extranjeras.
- Fuga de inversiones: La incertidumbre comercial ha provocado que empresas extranjeras reconsideren su permanencia en México.
- Aumento de costos laborales: La reforma no solo impacta en costos de operación, sino en la capacidad de muchas empresas para cumplir con la reestructuración sin comprometer su viabilidad.
A pesar de estos factores, el Congreso sigue adelante con la iniciativa, dejando a los empresarios en un segundo plano, sin otorgar incentivos fiscales ni mecanismos de apoyo para la transición.
Un nuevo golpe para las empresas
Si bien la reducción de la jornada laboral responde a una legítima necesidad de mejorar la calidad de vida de los trabajadores, el gran error es su implementación en un contexto de incertidumbre económica y comercial. México sigue enfrentando desafíos estructurales que requieren medidas de fortalecimiento, no de debilitamiento de su sector productivo.
Mientras otros países protegen a sus empresas y trabajadores ante la crisis global, México parece avanzar sin tomar en cuenta la realidad del entorno. ¿Estamos ante una reforma necesaria pero mal implementada? ¿O simplemente es otro golpe más para un empresariado que sigue sin ser escuchado?
Empresarios, ¿van a alzar la voz o simplemente tendrán que «apechugar» y esperar lo que venga?