Nueva York, EE.UU.
La política nacionalista y proteccionista del presidente Donald Trump ha vuelto a tensar las cuerdas de la economía internacional, esta vez con una medida que trasciende el comercio y se proyecta directamente sobre el turismo: un arancel del 100 % a todas las películas extranjeras que ingresen a Estados Unidos. Aunque a primera vista pueda parecer un asunto cultural o industrial, los analistas advierten que este nuevo frente de la guerra comercial podría intensificar el descenso del turismo internacional al país norteamericano.
La medida, que Trump justificó como una defensa frente a la «destrucción» de la industria cinematográfica estadounidense, amenaza con erosionar no solo la cooperación global en materia audiovisual, sino también la percepción internacional de Estados Unidos como destino abierto, atractivo y cosmopolita.
El turismo ya muestra signos de debilitamiento
Desde hace meses, el llamado “efecto Trump” se ha venido consolidando como un factor de disuasión para el turismo extranjero. La combinación de políticas migratorias más agresivas, una narrativa nacionalista y el aumento del escrutinio a visitantes internacionales ha generado desconfianza y temor en potenciales turistas, particularmente entre estudiantes, familias y viajeros frecuentes de países aliados como Canadá y Europa.
Según la Administración del Comercio Internacional (ITA), el turismo internacional hacia EE.UU. cayó un 9.7 % en marzo en comparación con el año anterior, y un 4.4 % en el primer trimestre de 2025. Las cifras son aún más dramáticas en el caso canadiense: los cruces fronterizos por automóvil se redujeron 31.9 % en marzo, reflejando un boicot silencioso que podría tener consecuencias económicas de largo plazo para estados como Maine, Arizona o Florida, tradicionalmente beneficiados por la presencia de “snowbirds” canadienses.
Hollywood en la mira, pero el impacto puede ir más allá
El nuevo arancel a las películas extranjeras, anunciado por Trump en su red Truth Social, ha encendido las alarmas en sectores económicos más amplios que el cinematográfico. En un mundo cada vez más interconectado culturalmente, el turismo no solo depende de la infraestructura y la seguridad, sino también de los valores simbólicos y culturales que proyecta una nación.
«El turismo moderno es experiencia, narrativa y percepción. Si un país impone barreras a las expresiones culturales globales, puede ser percibido como menos hospitalario y menos interesante por parte de quienes viajan motivados por la diversidad, la apertura y el intercambio», apunta Claudia Rivas, analista de comercio y turismo internacional.
El riesgo económico: menos visitantes, menor ingreso
Según estimaciones de Goldman Sachs, la reducción de los viajes a EE.UU. podría significar una pérdida de hasta 90 mil millones de dólares en el PIB este año. El turismo ha sido históricamente uno de los sectores con mayor superávit comercial para EE.UU., gracias a los millones de turistas que viajan cada año para consumir, invertir y explorar el “sueño americano”.
Con esta nueva política, Trump podría estar deteriorando uno de los pilares del comercio de servicios del país: su atractivo como destino turístico global. Las cancelaciones de visados, las restricciones migratorias, los controles tecnológicos en las fronteras y ahora, la guerra arancelaria contra el cine extranjero, suman señales contradictorias para un mundo que busca certezas y accesibilidad al planear un viaje internacional.
Un golpe al «soft power» estadounidense
Mientras otras naciones invierten en fortalecer su proyección internacional mediante la cultura, el turismo y la cooperación, Estados Unidos parece apostar por una estrategia de repliegue. Hollywood —uno de los grandes embajadores culturales del país— ahora se encuentra en medio de una disputa política que puede aislar aún más a EE.UU. en el escenario internacional.
De mantenerse esta política, no solo se verán afectadas las relaciones comerciales con países clave en Europa, Asia y América Latina, sino que también podría deteriorarse la imagen de Estados Unidos como un país abierto a la diversidad cultural, un componente fundamental en la elección de destinos turísticos.
La paradoja está servida: proteger a la industria del entretenimiento nacional con barreras arancelarias podría terminar alejando a millones de turistas extranjeros que, precisamente, viajaban motivados por ese relato cinematográfico que ahora se les impide compartir.