Washington, D.C.
La visita del secretario de Economía, Marcelo Ebrard, a la capital estadounidense concluyó este viernes sin acuerdos tangibles y con una lectura clara: la misión para frenar el arancel del 50 % al acero y aluminio mexicano no será fácil. Aunque el encuentro con el representante comercial de Estados Unidos, Howard Lutnick, se calificó como «cordial», los intereses económicos de la Casa Blanca pesan más que las buenas intenciones diplomáticas.
Ebrard celebró el avance en redes sociales con el mensaje de que se «avanza hacia soluciones», pero hasta ahora no hay un solo acuerdo favorable ni garantías claras para excluir a México del golpe arancelario impuesto por el presidente Donald Trump. En los hechos, el acero mexicano sigue en la mira de Washington, y la industria nacional continúa cargando sola con la factura.
Trump endurece postura: América primero, aranceles después
La orden ejecutiva firmada por Trump eleva de forma inmediata los aranceles del 25 % al 50 % sobre el acero y el aluminio importado, bajo el argumento de «seguridad nacional», un recurso legal ya usado en su primera administración. Esta medida, que afecta directamente a México —junto con Brasil, Corea del Sur, Canadá y China—, representa una amenaza directa a la competitividad de sectores clave de la economía mexicana: automotriz, construcción, metalmecánica y electrónica.
La Cámara Nacional de la Industria del Hierro y del Acero (CANACERO) fue contundente: el 75 % de las exportaciones de acero mexicano —unos 2,100 millones de dólares— están en riesgo, lo que podría traducirse en pérdida de empleos e inversiones estratégicas.
Y mientras la industria resiste, el gobierno mexicano todavía no toma medidas recíprocas.
Ebrard: recibimientos, no resultados
Aunque Marcelo Ebrard fue recibido por sus homólogos, incluido Jamieson Greer, las palabras no bastan. Ni siquiera la próxima visita de Chris Landau, subsecretario de Estado de EE.UU., para “preparar una posible reunión” con el secretario Marco Rubio, garantiza un alivio. El daño ya está hecho, y el gobierno mexicano parece, una vez más, reaccionar tarde ante decisiones comerciales que requieren una estrategia más firme y coordinada.
“Es un arancel insostenible”, declaró Ebrard. Pero insostenible para quién, es la verdadera pregunta. Para México, sí. Para EE.UU., parece más bien una jugada bien calculada de Trump para blindar su industria nacional a costa de sus socios del T-MEC.
Sheinbaum, agradecida… pero sin resultados
La presidenta Claudia Sheinbaum agradeció el respaldo de cámaras empresariales, gobernadores y políticos de ambos países. Pero el problema sigue siendo el mismo: mientras agradece el apoyo, el acero mexicano paga el precio.
La presidenta insiste en que se busca un acuerdo “permanente” para no estar negociando cada semana, pero la realidad es que Trump ya demostró que su política comercial se basa en presión, castigo y unilateralismo. Todo lo contrario a los principios del libre comercio y el multilateralismo que México debería defender con fuerza.
¿Qué sigue?
A la espera de la visita de Landau, la industria mexicana sigue expuesta. Las exportaciones están en riesgo, la atracción de inversión se tambalea y el gobierno mexicano aún no define una estrategia clara de defensa comercial. Ebrard ha dicho lo correcto, pero hasta ahora no ha conseguido lo necesario.
México necesita más que buenas intenciones: requiere liderazgo, firmeza y reciprocidad. En una guerra arancelaria, quien no responde, pierde. Y hoy, la presión no solo viene de Trump, sino de una economía global cada vez más cerrada, competitiva y agresiva.
📉 A esta hora, la misión de Ebrard en Washington no ha frenado el golpe. México sigue en el banquillo comercial y el acero, pagando los platos rotos.