Ciudad de México.
La reunión de alto nivel entre la presidenta Claudia Sheinbaum y el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, dejó un mensaje claro: México y Estados Unidos profundizan su cooperación en materia de seguridad, pero lo hacen en un contexto en el que Donald Trump afila sus dos armas preferidas: la fuerza militar y los aranceles.
Rubio, en un gesto que llamó la atención de analistas y empresarios, calificó la colaboración con México como “histórica” y aseguró que ningún otro gobierno coopera tanto con Washington como el de Sheinbaum. Sin embargo, entre líneas, el tono fue inequívoco: EE.UU. no solo espera cooperación, sino alineamiento total con la agenda Trump.
Entre el entendimiento y la imposición
El canciller Juan Ramón de la Fuente habló de un “grupo de alto nivel” para dar seguimiento a la cooperación bilateral. No fue un acuerdo, sino un entendimiento. Y ahí está la clave: ¿por qué no un tratado vinculante, sino un marco flexible?
La respuesta parece estar en el margen de maniobra que busca Washington. Trump y su círculo, con Rubio a la cabeza, quieren mantener la capacidad de presionar, ya sea con ataques militares contra embarcaciones —como el reciente bombardeo a un navío venezolano cargado de droga— o con la amenaza latente de los aranceles.
El mensaje detrás del ataque
Rubio lo dijo sin ambigüedades: “En vez de interceptarlo, lo destruimos. Y lo haremos de nuevo”. La frase, en referencia al operativo militar en el Caribe, fue recibida como una advertencia para toda Latinoamérica: la era de la contención terminó; ahora se busca la eliminación física de objetivos ligados al narcotráfico.
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, reforzó la narrativa al afirmar que se trata de “el inicio de una campaña contra los carteles de la droga”, mencionando de manera directa al Tren de Aragua y al Cartel de los Soles. Para los expertos, este despliegue es un recordatorio de lo que Washington está dispuesto a hacer… y de lo que espera que México acepte como línea de acción conjunta.
Aranceles: la otra arma de Trump
Paralelamente, Trump mantiene activo su frente económico. Aunque un tribunal federal declaró ilegales algunos de sus aranceles, el presidente estadounidense ya apeló ante la Corte Suprema para mantenerlos vigentes.
En este contexto, México recibió apenas 90 días de prórroga antes de que nuevos gravámenes puedan imponerse. El mensaje es claro: o se coopera en seguridad, o los aranceles harán el trabajo de presión.
México entre la soberanía y la dependencia
Sheinbaum, por su parte, insistió en que la cooperación será bajo principios de confianza mutua, respeto a las soberanías y sin subordinación. Sin embargo, la realidad es que México está atrapado en una pinza geopolítica: por un lado, la dependencia comercial con EE.UU. y, por otro, la necesidad de mostrar firmeza interna frente a las crecientes críticas de Trump, quien en días recientes acusó que “México está gobernado por los cárteles” y que Sheinbaum “está asustada”.
La pregunta que queda en el aire
El entendimiento logrado no despeja las dudas de fondo. ¿Vino Marco Rubio a construir un marco de cooperación o a imponer la agenda Trump bajo amenaza de aranceles y despliegues militares?
La administración estadounidense habla de confianza y admiración hacia el trabajo de México, pero los hechos —desde el ataque a la embarcación venezolana hasta la espada de Damocles de los aranceles— apuntan a un reposicionamiento de fuerza que busca condicionar la relación bilateral en los próximos meses.