Ginebra, Suiza.
El escenario era improbable, el momento inesperado, pero ocurrió: Estados Unidos y China han hecho avances sustanciales en sus conversaciones comerciales este fin de semana en Ginebra. Donald Trump no tardó en celebrarlo desde sus redes sociales. Las palabras clave: “grandes progresos” y “reinicio total”. El impacto geopolítico de esta señal es, sencillamente, enorme.
Después de meses de tensión, aranceles prohibitivos —que llegaron hasta el 145% por parte de EE.UU. y 125% por parte de China— y mensajes cruzados que desataron nerviosismo en los mercados globales, ambas potencias no solo se sentaron a negociar, sino que lo hicieron, en palabras del secretario del Tesoro Scott Bessent, en un “espíritu de cooperación, intereses compartidos y respeto mutuo”.
“Estos han sido dos días muy productivos”, afirmó Bessent. “Puedo decirles que las conversaciones han sido profundas y constructivas”.
¿Quién lo diría? China aceptando el juego de Trump
La gran sorpresa es que China aceptó sentarse bajo las condiciones impuestas por el mismo líder que hace apenas semanas elevó los aranceles hasta niveles nunca vistos. Es un golpe de efecto que confirma lo que muchos analistas ya intuían: Trump tiene un arma tan poderosa como silenciosa: el mercado estadounidense.
Nadie —ni siquiera China— está dispuesto a perder el acceso a ese coloso de consumo. Y Trump lo sabe. Por eso negocia desde la cima, desde una posición de fuerza. No hay concesiones sin costo. El mensaje es claro: “¿Quieres vender en mi mercado? Paga el precio o siéntate a negociar los términos… conmigo.”
Aranceles que ahogan… y ahora, ¿un respiro?
Recordemos que, hasta hace unas semanas, las exportaciones chinas estaban atrapadas en un juego de sanciones y represalias. Trump impuso un paquete de aranceles que sumaba hasta 145%, golpeando sectores clave y utilizando incluso el tema del fentanilo como presión diplomática. China respondió con 125% de carga sobre bienes estadounidenses, lo que equivalía prácticamente a un boicot mutuo. ¿Resultado? Más de 660 mil millones de dólares en comercio bilateral en riesgo.
Pero lo que parecía una trampa sin salida ahora podría tener una puerta abierta. Estados Unidos ha confirmado que anunciará este lunes los detalles de un acuerdo comercial parcial con China, algo que parecía lejano hace apenas unos días.
“Las diferencias quizás no eran tan grandes como pensábamos”, declaró con franqueza el representante comercial estadounidense Jamieson Greer.
Trump: impredecible, polémico… ¿efectivo?
Lo que más desconcierta a propios y extraños es la impredecible efectividad del estilo Trump. Su política exterior no sigue manuales diplomáticos, ni respetos tradicionales. Presiona, confronta, amenaza… y luego se sienta a hablar. Y, sorprendentemente, los demás se sientan también.
Aún con la retórica dura de medios oficiales en Beijing —que insisten en que no cederán principios fundamentales—, los hechos hablan por sí solos: hay un mecanismo de consultas permanentes, hay acuerdos iniciales, y hay un Trump celebrando en redes como quien gana una mano de póker con un farol que nadie supo leer.
¿Reinicio total?
El solo hecho de que Trump hable de un “reinicio total” del diálogo con China, después de haber sostenido una guerra comercial tan virulenta, ya es una victoria en términos de narrativa global. El presidente sabe que no necesita convencer a todos, solo necesita sentar a los grandes jugadores en su mesa. Y, como se acaba de demostrar, lo está logrando.
Mientras tanto, los mercados financieros y los operadores logísticos —cuyos contenedores seguían flotando a la espera de certidumbre— respiran con cautela. El comercio global podría recibir un respiro. China, por su parte, sabe que perder acceso al mercado estadounidense no es una opción viable.
En resumen, la estrategia de Trump empieza a mostrar resultados visibles. Nadie lo esperaba. Nadie lo entendía. Y ahora todos toman nota.
Porque cuando Trump pone las reglas del juego… hasta China saca asiento.