Nuevo Nayarit.
En una edición que ya queda marcada por la tensión entre narrativa política y realidad económica, la 88 Convención Bancaria arrancó en medio de una paradoja: mientras la presidenta Claudia Sheinbaum prepara su discurso frente a los banqueros más poderosos del país, mantiene también una férrea crítica pública al Fobaproa, ese capítulo doloroso del rescate bancario que aún le cuesta miles de millones de pesos al pueblo mexicano.
Desde Palacio Nacional, Sheinbaum no ha escatimado palabras: acusó discrecionalidad, falta de reglas claras y abuso por parte de la banca durante el rescate financiero de los años noventa. Respaldada por auditorías realizadas en 1998, cuestionó abiertamente a quienes, desde su perspectiva, privatizaron las ganancias y socializaron las pérdidas.
Pero hoy, en las playas de Nuevo Nayarit, los mismos banqueros que representan a instituciones rescatadas por el Fobaproa, la recibirán con guayabera y aplauso en mano. ¿Hipocresía de la clase financiera? ¿Pragmatismo ante el poder presidencial? ¿O simplemente parte del juego de dos discursos que ya se ha vuelto marca registrada de este gobierno?
“En la plaza, ardor y quemazón; en privado, comprensión y razón”, parecería ser el lema tácito de esta administración.
El Fobaproa revive… y los banqueros reaccionan
El presidente de la Asociación de Bancos de México (ABM), Julio Carranza, fue claro al responder a las críticas de Sheinbaum: “Se vale revisar el pasado, pero hay que pensar en las soluciones del futuro”. Carranza recordó que la situación en 1995 era completamente distinta, con una banca sin regulación robusta, y defendió que hoy el sistema es “parte de la solución, no del problema”.
Por su parte, Eduardo Osuna, vicepresidente de la ABM y director de BBVA México, defendió el rescate: “Fue un rescate dirigido a los depositantes para preservar el sistema de pagos”. Más aún, Raúl Martínez-Ostos, también vicepresidente de la ABM, advirtió que dejar de pagar la deuda del Fobaproa enviaría “una señal muy negativa a los mercados”.
Y ablando de deudas, la deuda pública nacional sigue en aumento: el Diputado Rubén Moreira sostuvo que para el finales del próximo año la deuda asendera a 20 billones de pesos, el doble de la que dejó Peña Nieto en 2018, mientras el gobierno actual insiste en abrir expedientes del pasado. ¿Pero qué hay del presente? ¿Quién audita hoy al poder?
¿Una ruptura silenciosa o solo retórica política?
La realidad es que, pese al discurso encendido de la presidenta, la banca ha sido uno de los sectores más rentables y tranquilos bajo este sexenio. En 2024, obtuvo ganancias históricas por más de 288 mil millones de pesos, y para este año, aunque el crecimiento económico se estima en apenas 0.2 %, el crédito privado crecerá un sólido 7.1 %, según datos de la propia ABM.
Así, mientras Sheinbaum reitera su compromiso con la “coordinación sin subordinación”, los banqueros parecen haber aprendido a navegar la dualidad presidencial: una voz crítica de cara al pueblo y una mano tendida en las reuniones privadas.
Porque sí, Claudia asistirá a la Convención Bancaria, pese a sus acusaciones contra el Fobaproa, y los banqueros la recibirán como jefa de Estado, con cortesía y, probablemente, con aplausos. Porque así funciona la política: una retórica para la plaza, otra para los salones del poder.
Y mientras tanto, nadie habla en serio de la deuda que se duplica, ni del costo fiscal que arrastramos año con año por decisiones del pasado que hoy —curiosamente— sostienen al mismo sistema que se critica.
En este cónclave financiero, la narrativa oficial se mueve entre el populismo selectivo y el pragmatismo económico, y los banqueros lo entienden: saben que el verdadero negocio no está en la confrontación, sino en el entendimiento. Aunque sea con guayabera, aplauso y una sonrisa forzada.
¿Cuántos discursos más aguantará la banca? ¿Y cuántos silencios más pagará el país?