Ciudad de México
En lo que ya se perfila como un tenso intercambio diplomático sin resultados tangibles, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sostuvieron este 1 de mayo su segunda llamada telefónica en menos de 15 días, centrada nuevamente en temas comerciales. El saldo: ningún acuerdo formal, tensiones latentes y una señal diplomática que no pasa desapercibida: Trump aún no la ha invitado a la Casa Blanca, algo que sí ha hecho con otros mandatarios como Nayib Bukele, de El Salvador.
La llamada, que según fuentes duró unos 15 minutos, giró en torno al comercio bilateral, la industria automotriz y los sectores del acero y el aluminio, donde México busca condiciones más favorables ante la creciente presión arancelaria impuesta por la administración estadounidense.
“Fue una conversación cordial, sin acuerdos, pero con el compromiso de seguir negociando”, dijo Sheinbaum. Pero en diplomacia, dos llamadas sin resultados y sin una reunión presencial en Washington envían un mensaje por sí mismo.
¿La llamada fue por el decreto? Las señales apuntan a que sí
El contexto de la conversación no es casual: apenas dos días antes, Trump firmó un decreto que endurece la regla de origen automotriz del T-MEC, elevando de forma unilateral el Valor de Contenido Regional (VCR) al 85% para las autopartes, como condición para exentar de aranceles a los automóviles.
La medida ha sido recibida con preocupación en el sector empresarial mexicano, aunque el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, intentó suavizar el impacto asegurando que el decreto “potencialmente beneficiará a las empresas mexicanas”.
Pero cabe preguntarse: ¿una medida proteccionista unilateral beneficia al socio más dependiente del comercio como lo es México? La respuesta, desde la óptica de muchos analistas y empresarios, es claramente no. Lo que parece estar ocurriendo es que México intenta contener el daño, apostando a una supuesta ventaja comparativa frente a terceros países… pero en un entorno donde las reglas del juego cambian según el humor de Trump.
La diplomacia de Trump: sin frenos y con presión máxima
Desde que retomó el poder hace 100 días, Donald Trump ha dejado en claro que su estilo diplomático y económico será incluso más agresivo que en su primer mandato. Ha retomado el discurso unilateralista, ha escalado aranceles contra China, Japón, Corea del Sur y México, y ha impuesto condiciones que obligan a sus socios comerciales a reconfigurar sus cadenas de producción para cumplir exigencias estadounidenses.
Trump no negocia. Trump impone. Y lo hace con el peso del 83% de las exportaciones mexicanas que dependen del mercado estadounidense.
La llamada con Sheinbaum, según diversas fuentes diplomáticas, tuvo como trasfondo el intento de México de frenar o moderar el nuevo decreto, pero sin éxito. La falta de acuerdos y el tono seco del comunicado posterior confirman que Trump mantiene la presión como una táctica de poder, incluso frente a un socio estratégico como México.
México: entre el fuego comercial y los desafíos internos
Mientras México enfrenta esta compleja dinámica con su principal socio comercial, los indicadores económicos internos siguen mostrando debilidad. El PIB mexicano creció apenas un 0.2% en el primer trimestre de 2025, y la industria retrocedió (-0.3%). A pesar del optimismo oficial, el entorno es adverso.
A esto se suma la desaceleración global, la caída del PIB estadounidense (-0.3% en el mismo periodo) y los reportes de organismos como la CEPAL y el FMI, que ya revisaron a la baja las proyecciones de crecimiento para México, ubicándolo apenas en el 1.0% anual, muy por debajo de lo necesario para generar empleos y mejorar el poder adquisitivo.
Y como si eso no bastara, la inestabilidad jurídica provocada por la próxima elección judicial, en donde ya se han señalado candidaturas con presuntos nexos con el crimen organizado, añade un componente de desconfianza que no pasa desapercibido entre inversionistas internacionales.
¿Y el empresariado mexicano? Sin claridad ni liderazgo frente a las reglas cambiantes
Mientras tanto, el sector empresarial permanece en silencio. Ni las cámaras industriales ni los organismos cúpula han emitido posicionamientos sólidos frente a la política comercial de Trump, ni sobre el nuevo decreto automotriz. Las reglas cambian, el riesgo aumenta, pero no hay voz clara que represente al sector productivo mexicano.
En este panorama, las negociaciones —por más que se repitan— carecen de contundencia si México no articula una posición firme, estratégica y respaldada por su clase empresarial.
Un balance poco alentador
- Dos llamadas sin acuerdos.
- Cero invitaciones a Washington.
- Decretos unilaterales arancelarios.
- PIB en mínimos.
- Una reforma judicial bajo sospecha.
México no enfrenta una crisis, pero sí una tormenta perfecta que puede escalar si no se toman decisiones firmes desde Palacio Nacional, desde la Secretaría de Economía y, sobre todo, desde las trincheras empresariales.
Porque si algo ha demostrado Donald Trump en estos primeros 100 días es que su diplomacia se mide en tarifas, no en apretones de manos. Y frente a eso, México necesita más que palabras: necesita estrategia, firmeza y liderazgo real.